7.2.12

Las mujeres del renacimiento se depilan las cejas reduciéndolas a una mínima línea y a veces hasta hacerlas desaparecer, así ensanchan la frente y agrandan los ojos para transmitir profundidad en la mirada.

Con los aires que trajo el Renacimiento la moda masculina alcanzó nuevos niveles de esplendor y otras piezas vendrían en reemplazo del antiguo capirote: bonetes tocados con plumas. Tanto en Inglaterra como en Francia y España fueron la última novedad, mientras que los italianos prefirieron el antiguo gorro frigio; un sombrero a modo de casquete, confeccionado en fieltro, que remonta sus orígenes a Asia Menor. Los retratos de personajes célebres de ese periodo como Enrique VIII, Francisco I de Francia, o Carlos de Austria muestran el favoritismo por un tipo de bonetes de terciopelo negro decorados con plumas y en ocasiones podían guarnecerse con piedras. Según escribía Rabelais, de estos “pendían gargantillas de hermosos rubíes y esmeraldas”, y al describir la indumentaria de Gargantúa nos aclara que las plumas podían ser de especies distintas al avestruz. Comenta: “el plumaje consistía de una enorme y hermosa pluma de color azul, tomada de un onocrótalo […] graciosamente inclinada sobre la oreja izquierda”. Tal como él escribe, la mayoría de retratos muestran las plumas ladeadas a la izquierda; sin embargo en otros se muestra lo contrario, queda por saber si tal decisión se dejaba a gusto del usuario.

No hay comentarios:

Publicar un comentario